De las Obras a la Apertura
Se acercaba el momento - Isabel Sanz..
La obra avanzaba, el presupuesto disponible disminuía (llegué a estar con solo mil euros en mi cuenta de
ahorros. Mi padre me había ofrecido, me lo decía cada semana, desde que empecé en serio con el tema
(en serio era empezar las demoliciones y comenzar los pagos del alquiler y de las obras), que me
devolvería todo lo que me hubiera gastado en la obra, aunque ya estuviera empezada. Prefería que
frenara.
El proyecto con los decoradores avanzó muy bien… ya teníamos el mural, precioso. Tocaba el árbol… Y con
esa situación financiera a punto estuve de no encargarlo. El césped ya estaba puesto. Aún recuerdo
aquellos días sin muebles en los que trabajaba sentada con el portátil en el césped. Faltaban los muebles.
Los muebles se retrasaron casi tres semanas… aún no podíamos abrir. Pero ya había que empezar a
planificar el arranque: primeras actividades, inauguración… Los pedidos sí, esos sí habían ido llegando y
estaban en cajas porque no había dónde ponerlos aún.
Yo a veces pensaba que quizás tendría que dejar de alquilar mi piso, pedir que instalaran una ducha y
ocupar la trasera del local! Qué sensación de vértigo… ¿y si el proyecto iba mal? ¿y si la cosa fallaba? Quizás
fué en ese momento cuando empezaron a salirme unos granitos que tardarían casi un año en
desaparecer ¿estrés? ¿polvo de obra? ¿contacto con un montón de cajas? En diciembre y enero, yo empecé
a sentir verdadero pánico al comienzo. Miraba el local y su tamaño y me decía a mí misma: efectivamente,
Elena, estabas loca. ¡Qué atrevimiento!
En ese momento llegó Isabel, mi segunda
socia, pero la primera que me apoyó
enormemente con motivación, con
ayuda, y como un salvavidas cuando,
aproximándose enero, a apenas un mes
de la apertura, empezaba a titubear. Yo
estaba intentando conocer a gente (puse
anuncios, me fui a ferias de artesanías
para tratar de conocer gente creativa).
Simona y Clara Luna, fueron mis
primeras colaboradoras, junto con Eider,
la que había sido mi profesora de danza
y a la que yo admiraba por ser tan multifacética (actriz, bailarina, y muy buena oradora… además de que
había trabajado en animaciones con niños, como me había contado).
Isabel era monitora y coordinadora de ocio y tiempo libre. Nos la presentó el hermano mayor de Luisfe.
Ella tenía una empresa que editaba revistas y junto con su prima había tenido la ilusión de montar una
ludoteca. Junto con ella, organizamos cómo podían ser las actividades “tardes mágicas” – inicialmente
estaban previstas para cada tarde. Inglés lúdico, que daría Simona. Clases de pintura. Fiestas de
cumpleaños. Elena: hay momentos en los que tienes que hacer campamentos…
Isabel conocía bien el mundo del ocio y el tiempo libre, aunque no podía estar los fines de semana.
Pero ella fué artífice de unos talleres
preciosos que hacíamos los jueves y
viernes (aunque sólo los viernes venían
niños), y los cumpleaños los fuimos
lanzando con Pancho y con Sara. Pancho
era animador profesional. Sara era una
maravillosa y multifacética recién
graduada de la educación infantil, y vecina
del barrio, que tenía muchísima sintonía
con niños grandes y pequeños, y se sabía
más de cien canciones. La Bolsa Mágica
fué su primer trabajo.
Los sábados hacíamos una actividad muy simpática que aderezábamos con la tecnología en audio de
Luisfe, y que eran las “Canciones y Juegos”. Había dos pases, para pequeñines con sus papás y para niños
mayores de tres años, y cantábamos canciones, canciones juego y juegos sin canción… Todo esto en la
zona del bosque previo retirar las mesitas.
Sara hacía también unas fiestas estupendas. Aprendió mucho con Pancho. En esa época teníamos
poquitas. Todos salían contentos. El lugar era único y la gente agradecía tener un lugar para planes con los
niños. En 2012 aún no había abierto la biblioteca de la Casa de Fieras, ni nos había salido la competencia
cercana. Poquito a poco íbamos avanzando.
El primer campamento lo hicieron Simona y Clara Luna. Ambas eran de lo más creativas. Nuestra amiga
Melanie, que durante un tiempo estuvo haciendo Playgroups con nosotros, nos ayudó también con ese
primer campamento, al que también le dimos algo de inglés de principio a fin. Fué el campamento de las
primeras gymkanas por el parque y del ¡batiscafo amarillo! que tanto le gustaba a Jorge. Los primeros
niños que fuímos conociendo. Tener contacto continuo con niños era una maravilla. Nunca quise que La
Bolsa Mágica fuera una escuela (sólo magia, entretenimiento, alegría y “aprendizaje divertido”), pero el
poder avanzar día a día con los niños me gustaba mucho. Y también leerle a Jorge el libro de “Bajo del
Mar” aunque se estuviera separando de las demás actividades.

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